viernes, 1 de mayo de 2009

A Pajarotti le gusta el rock alternativo


Es curioso encontrar un compinche en la casa después de tantos años, pese a que sospecho que soy el culpable de que los vecinos ahora trasnochen a menudo y no sea cosa extraña escucharlos conversar a la 1 ó 2 de la mañana. Además, nunca, en 14 años de vivir aquí, me han dicho una palabra por toda la música que he puesto a sonar a toda hora y volumen.
Es lo típico en estas casas de suburbios de media, de pared de por medio y patio de vista común. Enlazar costumbres, el cable, no escuchar escándalos y no molestar.
Estas cuadras las hicieron así para que rindieran más, pero me pregunto quién trazó las calles y cómo hizo cuando todo esto eran "ciénegas y pantanos, me acuerdo yo".
Pajarotti es el mozotillo de charral que nos regalaron para animar la casa. Es el segundo después de Markés, que se fugó con sus compinches (los tenía y en mi casa manejan la versión de la fuga) o un gato encontró la manera de agregarlo al menú. Quizás estoy en un error y los criados en cautiverio sí son capaces de vivir afuera.
A este reemplazo pensé en nombrarlo Kikuchiyo, pero apenas me pasó la fiebre de Los 7 samurai (la original) pensé que lo mejor era Pajarotti.
Pero el cabrón no trinaba, nunca cantaba, y ya empezaba a pensar en ponerle enrique cuando un día lo escuché trinar como si no fuera con él la cosa, agazapado, casi tímido el pobre, lo hacía pocas veces y siempre que ponía un disco variado antes de irme a trabajar.
Al tiempo descubrí el truco, le gusta Silverchair, aquel grupo de grunge q sorprendió al mundo cuando apenas eran quinceañeros y que todavía andan por ahí tocando algo como un indie ultramelódico, yo qué sé. Pajarotti se suelta a trinar cuando los escucha y ya lo demostré tras experimentar con otra música. Es oficial, el pájaro de mi casa es rockero, con tendencias indies.
Uno hubiera asumido que The Eagles, Peligrosos Gorriones o La Máquina de Hacer Idems, y que matice con Beck es algo que te pone a pensar si no será más bien que uno es muy obvio y no ve más allá de su nariz.
De todos modos, como decía, es mi compinche y ahora hay cierta complicidad entre nosotros cuando le cambio el agua y el alpiste cada mañana.
Los experimentos han seguido, pero no he logrado documentar mayores cambios.

3 comentarios:

  1. Querido Sanfer:

    Ajustando un poco mis memorias, te cuento que yo tuve un perico muy pajarotti también, cómo trinaba! (Cosa rara en un perico de amor, creo). La cosa es que el perico estaba solo porque llegó a mi morada solito, se metió por la puerta y se confundió con el color de la cortina de la sala. Cantaba al compás de Bob Marley, Héctor Lavoe y Slayer. Qué te parece?, pero en realidad eso no era lo importante, si no que cuando me le acercaba me saludaba!Sí, con su pico tras la jaula y trinaba más cuando me veía a mí y los de la casa. Por eso creo que tu nuevo compinche comparte más con vos que solo el gusto por lo alternativo... Ahora que me acuerdo... creo que nos han querido más que ciertos hum@nos que andan por allí... No te parece?

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  2. Prefiero los pájaros en su ambiente natural, bien por ese Markés que decidió buscar su libertad (dejando a un lado la versión del gato asesino), pero entrando a lo de Pajarotti no hay porque alarmarse, no todos los pájaros son tiernos ruiseñores que dan su vida por una rosa roja y que inspiran a Wilde a sumergirse en las letras. Hay pájaros, como el que aquí mencionas, que han evolucionado a sus gustos y adaptan sus gorjeos para salirse de lo rutinario. Y como todo evoluciona, esta especie de emplumados inspiran al amigo Nacho. Lo atractivo de esta vida es apreciar esos detalles, que para otros serán insignificantes, y plasmarlos en un papel que parecía destinado a ser trizas en un viejo muladar.

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  3. ¿Qué te parece el maldito pajarraco? A la hora de la verdad, todos cantan. Esa es una ley natural, y en buena hora que sea tu compa para escuchar music en la chair (pésimo humor). Pero bueno, está en todas, y me alegro montones. Un abrazo.

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