martes, 9 de noviembre de 2010

Colectivo por pista (fragmento)

Gato sale de su mentado trabajo como mensajero, nunca ha dicho en qué empresa, se va directo a los almacenes de la Coca Cola y a un chino le compra las rasuradoras, su especialidad, aunque también limas y pilas, todo le dejará alguna ganancia si lo vende mínimo a 100 colones.
Flaco y con la chaqueta ajustada de todos los días, seco y de melena sedosa; dice que duerme en una cuartería por el Liceo y que se sostiene con los clientes fijos, que siempre llegan después de las 6.
Son las 3 de la tarde y va a estar en las esquinas hasta las 8. Le dicen Gato por los ojos y su escudo es un salveque que se pone por delante mientras ofrece las limas para las uñas. A veces, más arriba, cerca del Señoritas y si la cosa está más dura, ofrece rascadores para la espalda, también a 100.
- Es que si lo subo, la gente se me va, dice.
Rocha, peinado de gel y camisa blanca, a fuerza de pasar cerca de a su lado ya aprendió a ignorarle la voz, tan usual a esa hora como los pitidos de pollo del semáforo. Le pasa cerca, las pilas de 100 le provocan la misma sonrisa y entra a la oficina con un paquete en la mano.

jueves, 22 de julio de 2010

Movies bajo la lluvia


“El agua puerca no quita la sed”
Animas Trujano


Desde el principio fruncí el ceño y me dije que lo conocía, este mexicano de los 60, los labios, el encuadre, a este yo lo conocía, a este yo lo conocía y no lo pude recordar. Fue después, en la noche, que resignado confirmé que era Kikuchiyo, el sétimo samurái.
Mientras Paula se maravillaba de las butacas del cine y se reía un poco de la película, de la mujerona manchega haciendo de indígena, del sonido ahogado por la lluvia y me apretaba el brazo cuando yo me sacaba los anteojos para limpiarlos porque se desenfocaba la proyección; para qué 3D si está el Variedades, me dijo como a la mitad.
Lo mejor fue que nunca nos quedó claro si la película terminó, porque pareció cortarse en el clímax, la pantalla se puso en blanco y no salieron los créditos. Gracias, me dijo al salir, y me plantó un beso bronco, justo antes de tomar el bulevar.
Unos días después, con mi novia, viendo la última del ogro, me puse a pensar cómo hicieron para que Toshiro Mifune participara en semejante filme; sólo me reí con la escena del flautista de Hamelin y Beastie Boys. Qué aburrido sos, me dijo la mae al salir del mall.

domingo, 6 de junio de 2010

Negación de erratas

A esta edad se suponía que como mínimo iba a saber redactar y sortear las fórmulas megasintácticamorfogóricamente muletadas, y me sospecho que algo anda mal.
Ya está, lo hice otra vez. En alguna parte está desafinado, como cuando escuchás una tonada y sabés que algo no anda bien. Kizás me haga bien irme un mes a Akumal o a Irlanda del Norte, para probar.
Dejar algo claro, esto viene del pareo yo conmigo mismo. Porque a estas alturas, todo se puede tratar de tres posibilidades:
No cuenta como referencia si lees a Gogol y las novelas sin nombre de la Uned.
Segundo, tampoco lo son los súbditos del gangoso, aunque trasnochan más que yo.
Tampoco pienso en los heraldos, pero esos son menos pretenciosos, vale aclarar.
Es conmigo la vara, que o soy más listo o más tonto que yo mismo. En el espacio al vacío de esa relación es donde no discur(r/s)o como quisiera. Es como si me faltara un lóbulo y eso me pone loco.
Mi idea sigue siendo esa, mientras tanto. Pa eso lo quería.
Podré tener un ars lo que sea; es posible, yo?
Yo kería ser redactor, no heraldo ni trasnochado.
Gracias por leer.

viernes, 16 de abril de 2010

Arvydas Sabonis


Me voy. Me voy a cambiar de tren al menos. En estos cuatro años perdí muchas cosas y gané muchas otras. Vi a Héroes tocar, a Undertaker luchar, a Forlán jugar y vi a Chespirito actuar, nunca vi la noche de la nena zombie; ñoño que uno es.
Alisto maletas. Metafóricas. Me ha costado encontrar el otro casete para cambiarlo. ¿Dónde estaba? Debajo de las camisas, entre los libros, las medias de ayer, por ahí.
Empiezo de cero. Literalmente. Quizás de menos 0. Lo mío es un regreso, no una ida; más desgastado que hace unos cuantos años.
Arvydas Sabonis, pívot de la URSS. Si Sabas hubiera llegado a tiempo a la liga gringa, cuando lo llamaron y se lo impidieron el régimen y las circunstancias, los 90 hubieran cambiado radicalmente en la NBA, hubiera sido otra historia. Sabonis con Drexler y Robinson, y sobre todo sin Danny Ainge, hubieran probablemente hecho más difícil todo para Jordan, Pippen, Grant y compañía. Y un solo tropiezo hubiese afectado a todos los demás éxitos de los Chicago Bulls.
Llegó a los 30, en 1995, y le quedaban cartuchos para vérselas con Shaquille y lidiar con su vieja lesión de tendón de Aquiles.
Arvydas, con el perdón de Drazen, Kicanovic y los demás, es quizás el mayor talento europeo de todos los tiempos y definitivamente una gran apología del qué pudo haber pasado.
Es una enorme arrogancia, pero son cosas que vienen a la cabeza en un último día de algo y un primer de día de otra cosa.

lunes, 12 de abril de 2010

Guitarras blancas (como enanitos verdes)



Reciclo y me pongo a buscar qué poner nuevo, sólo para darme cuenta de que traía en carpeta una formidable bitácora de pésimos prospectos down (oh, me suicidio) de los que que, dicho sea de paso, por hoy quiero pasar.
No creo haberme repuesto, no creo ser “al fin un hombre bueno” ni haberme metido bajo el brazo el famoso manual de buenos propósitos. No quisiera ser tan predecible, aburrido e inepto, espero no serlo.
Más que nunca la moneda está en el aire y me la estoy apostando todo o nada y por hoy, al menos, sólo espero que de verdad el viaje sea el fin, no el medio.
La cantata parrandera para cortarse las venas con el chorro de agua por ahora conmigo no pasa de buenas tardes y buenas noches, en la noche veremos.
No me puedo impedir lo amargo, no quiero morir diabético y de colores; pero como ahora puedo comer menos, voy a comer mejor.
En resumen, nada ha terminado ni mejorado, pero esperemos, compatriotas, más tiempos (ni mejores ni peores, sólo tiempos). Me costó un huevo llegar de nuevo a casa y esperemos, costarricenses, que los vientos nos deparen aventuras, lágrimas, carcajadas, fumadas, chivos, cerveza, cerveza gratis, momentos, purrujas picando en la playa, perdidas en el carro camino a cada concierto, libros nuevos, cintas buenas y pésimas (que recién ayer vi una fatal, futuro post), muchachas en bikini, mucho café irlandés, aprender a cocinar, gueviar hablando otra vez de todo lo que ya sabemos hasta que nos dé sueño o hasta que la esposa de alguien llame, y a ver si se me da conocer Manzanillo y ver el unplugged de Alice in Chains con una frazada con orejas.
Al menos de aquí hasta que me toque de nuevo decir lo contrario.

Yo, mientras no esté mi otro Yo

jueves, 11 de febrero de 2010

El futuro es hoy

Antes de subir, le pregunto al boticario, con antigripal y cambio en mano, si la váscula es válida. Cómo válida, válida para qué, guevón, debìó pensar.
Sí, sí sirve, cien pesos, una ganga para medir masa y estatura. Subo y la váscula me ordena que alce la cabeza; su petulancia me parece hostil y la confusión me hace obedecer; la gripe, pues.
Mides tanto y pesas tanto, dice la cabrona; pero sigo sin entender cómo supo lo de la cabezota.
(-Báscula se escribe con b
- Mejor, bacunas, que le llaman)
Vaya inventos de hoy, hasta las máquinas hablan de más.
Después la puta váscula hizo una relación de tamaño y peso y me dijo, con voz digital de acento español y bastante fuerte:
“Estás gordo”.
Uno entra por una talerdin y regresa amoscado a trabajar.